La Prohibición: cuando el remedio es peor que la enfermedad
Breves crónicas de Uisge beatha
Por Javier Ramírez Gómez
08/07/2021
La Prohibición: cuando el remedio es peor que la enfermedad
La ley seca o ley de prohibición de los Estados Unidos es uno de los temas históricos que más me llama la atención, sin duda, el ser abogado y especialista en derecho constitucional tiene mucho que ver en ello. Para empezar, debo precisar que la llamada Ley Volstead[1], no se quedó realmente en una norma de rango legal toda vez que la prohibición se transformó en una enmienda a la Constitución, la número 18, la cual estuvo vigente desde el 1 de enero de 1920 hasta el 5 de diciembre de 1933 cuando fue derogada por la enmienda 21, siendo el único caso de derogatoria de una enmienda constitucional en la historia política y jurídica de los Estados Unidos.
Desde el punto de vista de la sociología del derecho [2] lo sucedido con la prohibición americana da sin duda para realizar numerosos estudios e investigaciones a fin de desentrañar las razones de porque los nobles objetivos de la misma degeneraron en un caos y violencia social sin precedentes hasta el momento de su entrada en vigor.
El espíritu que impulsaba la prohibición se ve recogido en el célebre discurso pronunciado por el reverendo Bill Sunday –un antiguo jugador de béisbol convertido al evangelismo militante– a una multitud de 10.000 personas que celebraban con él el funeral de “John Barleycorn” (nombre del whisky en el argot popular; si lo tradujéramos sería algo como “Juancho Cebada”). En su esperanzadora arenga, el Reverendo Sunday, exclamó: “Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y modales limpios. Los barrios bajos pronto serán cosa del pasado. Las cárceles y los correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno".
La realidad fue otra muy distinta. La prohibición fue abiertamente desatendida, el consumo de alcohol se incrementó, su implantación dio lugar al surgimiento de unas temibles bandas criminales que se hicieron al control del negocio y doblegaron a las autoridades, la salubridad pública se afectó, hubo miles de personas fallecidas o gravemente lisiadas de por vida por la ingesta de alcohol clandestino de baja calidad y en no pocos casos, ni si quiera apto para el consumo humano. Todo esto dio lugar a que se acuñara el término “scofflaw” de scoff, "burla", y law, "ley"–, que designa a quien hace caso omiso de las exigencias legales.
He de destacar que la enmienda 18 como tal, no prohibía el consumo de alcohol, textualmente su Sección 1, disponía: “Un año después de la ratificación de este artículo quedará prohibida por el presente la fabricación, venta o transporte de licores embriagantes dentro de los Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción, así como su importación a los mismos.” Sin embargo, esta disposición fue suficiente para que se desatara un pandemonio de violencia y desobediencia social.
Chicago se transformó en la ciudad del crimen, su cercanía con Canadá dio lugar a que se convirtiera en un punto estratégico de contrabando de whisky proveniente de ese país, en su mayoría enviado por Sam Bronfman, dueño de Seagram. Por todo el país proliferaron los “speakeasies” literalmente “habla bajo”, bares clandestinos a los que se accedía con una membresía o diciendo una contraseña secreta. Los nombres de Alphonse Capone, Joe “The Boss” Masseria, Salvatore Maranzano, Lucky Luciano, George Bugs Moran, Arnold Rothstein emergieron como los primeros “Gansters” de la historia, gracias al negocio clandestino del alcohol al que paradójicamente dio vida la prohibición.
El escritor escocés Neil M. Gunn[3] sintetizó la prohibición americana de manera brillante con estas palabras “el experimento americano demostró que no se puede legislar para que la gente se vuelva sobria.”
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[1] La norma debe su nombre a Andrew Volstead, el presidente del Comité Judicial de la Casa Blanca, que supervisó su aprobación. Sin embargo, realmente Volstead actuó más como patrocinador, siendo su creador real Wayne Wheeler, miembro de la Liga Antibares.
[2] Para efectos de esta crónica entiéndase por sociología del derecho la disciplina que se encarga del estudio de la norma jurídica y su relación con los fenómenos sociales, examinado aspectos como las fuentes de poder, efectos de la implantación de las normas y su capacidad de definir conductas sociales.
[3] Citado por Maclean, Charles. El Libro del Whisky. Ediciones Omega, Barcelona, 2008, Pág. 211.
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